miércoles, 27 de junio de 2012

Pesadilla 3. Un beso antes de morir (Maria Parte I)


(inspirada en la cancion "Maria" de Cafe Tacuba")

Sale sola de noche maria
Pena por la ciudad
Recorriendo las calles que un día
Negó besos en la oscuridad.

Aspiro profundamente de su cigarrillo mientras, sintiendo como la nicotina invadía su interior y desvanecía por un segundo sus malos pensamientos, abrió los ojos, exhaló y se quedo viendo como el humo se desplazaba en una danza perfecta y armónica hacia el cielo hasta desvanecerse, la ciudad estaba muy fría, tal vez mas de lo usual y ella no llevaba encima más que una minifalda, unas mallas y una chaqueta que a duras penas si le cubría un poco de lo que el escote dejaba a la vista, desde siempre había odiado vestirse como una puta pero… no había opción, pues eso era lo que era.

María llevaba esperando cerca de quince minutos, pero para ella la espera se había hecho eterna, siendo como era, impaciente desde siempre. El de la moto nada que llegaba y ella empezaba a preguntarse si no le habría quedado mal. Se enojó consigo misma por haberle pagado por adelantado, pero igual y ya no había nada que hacer, además todos decían que el tipo era bueno en ese tipo de vueltas; cerró los ojos, aspiro de nuevo una profunda bocanada de su cigarrillo, mientras pensaba que esa mierda la iba a matar per que ya estaba demasiado acostumbrada como para dejarlo, abrió sus grandes ojos verdes y miró por última vez como el humo se desvanecía, desde niña siempre le había gustado la imagen del humo danzando verticalmente hasta desvanecerse, era como si por un segundo ella se uniera a esa pequeña niebla y se esfumara del mundo, como si pudiera desaparecer.

Ya estaba pensando irse cuando un motor de alto cilindraje le hizo dar vuelta, si, allí estaba el sujeto, y si, traía el paquete que María le había pedido, el tipo no saludó, ni siquiera se quito el casco, apenas se limitó a detenerse el tiempo suficiente para que María sujetara el encargo sin que se le cayera, una vez entregado aquello, él aceleró a fondo y se largo dejando tras de sí una estela de polución con olor a gasolina que dejó a María tosiendo unos segundos, luego desapareció. María desenvolvió el amasijo de tela que le había pasado el sujeto aquel y encontró lo que había pedido, un Smith&Wesson calibre 38, cañón coro y con capacidad para seis cartuchos, si, tal como lo había pedido, era la mejor arma que conocía, y pensó mientras la contemplaba que al menos serbia de algo que fuera hija de un militar. Guardó el “juguete” dentro de su bolso,  con mucho cuidado que no se notara, porque a donde iba no se lo podían descubrir.
al estilo de las antiguas cortesanas, ella jamás había besado a ninguno de sus clientes en la boca, acción que le había acarreado problemas al principio, pero que ahora ya no era problema, en realidad jamás había besado a nadie…pero había decidido que esa noche era la última que pasaba en ese mundo y sabía exactamente lo que tenía que hacer para lograrlo, así que después de pisar con la punta se tacón la colilla del terminado cigarrillo, caminó un par de calles hacia la avenida y detuvo un taxi. Dio la dirección del sitio al que debía ir y se quedó mirando por la ventana, soñando que un día, a esa misma hora de la noche ella estaría simplemente descansando, después de un día de arduo trabajo o, ¿por qué no?, estaría despierta pero haciendo algún trabajo para la universidad, sonrió divertida con sus fantasías, y recordó que ni saquera había llegado a los veinticinco, así que aun había tiempo para soñar, aun con la vida que llevaba.

Pagó al taxista mientras se bajaba, frente a ella tenía un lujoso edificio del norte, que a primera vista no parcia ser más que un edificio residencial, pero que en su interior albergaba el club nocturno más activo de la ciudad, se despidió del conductor guiñando el ojo con toda la coquetería que poseía, y con su particular caminado gatuno se acerco al guarda del edificio, quien dé solo verla quedó hipnotizado, María era hermosa y sabia aprovechar su belleza.

Me está esperando Alejo- dijo María.

El guarda no hizo más preguntas, solamente abrió la puerta y se quedo mirándole el trasero a María mientras esta subía las escaleras hacia el segundo piso, ella por su parte agradecía a su suerte que no le hubiera requisado el bolso, porque estaría en un problema. Percibió el ruido del segundo piso y se preguntó cómo era posible que desde afuera no se oyera nada, empujo delicadamente una puerta corrediza y se interno en una jungla de cuerpos amacizados que por la estrechez del espacio parecían a punto de fundirse unos con otros, se abrió paso como pudo hacia los cuartos reservados del tercer piso, sabia donde estaba Alejandro, y sabía que estaba esperándola, apretó los puños pensando en el miserable que la había sacado de su pueblo y la había metido en ese mundo que se encontraba, y que además de lucrarse con lo que ella ganaba, la había violado varias veces, pero esta noche era el fin de eso…ese miserable se iba a morir.

Se detuvo un segundo frente a la puerta del cuarto, apretó el revólver en su bolso como queriendo asegurarse que aun lo llevaba, aun en el tercer piso el ruido era ensordecedor, respiró profundo de nuevo y abrió la puerta, como lo suponía, ésta estaba sin seguro, y aguardándola, sentado en su sofá de cuero frente a la  enorme pantalla plana de la pared estaba el bastardo de Alejandro. María se deslizo suavemente a través de la amplia habitación  hasta estar justo detrás de él, y empezó a acariciar su cuello con las manos en un simulacro de estrangulación que Alejandro encontraba tremendamente excitante y que ella disfrutaba también al imaginar que lo estaba asfixiando. El bajó el volumen del televisor y con un gesto la invitó a sentarse a su lado, invitación que María aceptó poniendo su más seductora sonrisa y se sentó tan cerca de Alejandro que este podía percibir claramente el calor de su piel.

María le entrego un pequeño fajo de billetes con la producción de la noche, y noto que él había estado bebiendo y ya estaba bastante acalorado, “perfecto” pensó “así será más fácil”, él ni siquiera se preocupó de contar el dinero, sino que fue deslizando suavemente su mano por la espalda de María mientras se daba vuelta para besarle el cuello, ella por su parte lo dejaba, como una gata jugando con su presa antes de devorarla, tenía mucho cuidado de mantener su bolso cerca cuando llegara el momento, y cuando Alejandro le acerco una botella de ron a los labios ella bebió un largo sorbo, así se quitaría los nervios, pues al fin y al cabo era la primera vez que mataba lentamente lo guió hacia la cama y en medio de susurros le propuso un amarrarlo a la cama y dejarla jugar, él aceptó, el trago había hecho un inigualable trabajo nublando su razón y María estaba dispuesta a provecharlo, así que lentamente lo desnudó y con su ropa lo ató fuertemente a las cuatro esquinas de la cama doble que estaba en el centro de la habitación, él le ordenó que se desvistiera pero ella con un gesto juguetón le dijo que aun no, “esto es parte del juego”.

Pensó amordazarlo, pero prefirió dejarlo así, su cuarto estaba aislado de todo así que ni siquiera el disparo se oiría, además el ruido de abajo impedía que alguien viniera  a ayudarlo, sonrió para sí misma, todo estaba saliendo perfecto. Era momento de empezar el verdadero juego, se aseguro que estuviera bien atado, se sentó en la cama y empezó a acariciarle el abdomen con las uñas, felinamente, el se retorcía de placer, ella metió la mano en el bolso y sonrió divertida al ver la cara de nervios que puso Alejandro cuando vio el arma, ella lo calmo diciéndole que era parte del juego y le mostro que estaba descargada, con lo que él se tranquilizo un poco, aunque aún seguía nervioso, ella empezó a deslizarle el cañón suavemente desde el cuello hasta el pecho y de allí al abdomen, el no puedo evitar estremecerse con el tacto frio y metálico de aquel objeto, ella miró la botella medio de ron a medio consumir junto al sofá y sonrió, se le había ocurrido algo perverso, pensó que si él había hecho de su vida un infierno ella le haría sentir el infierno antes de matarlo, tomo la botella, se quedó de pie junto a la cama y empezó a rociarle todo el cuerpo de ron a Alejandro, quien se estaba poniendo verdaderamente nervioso y empezaba a retorcerse, intentando zafarse de las ataduras que lo tenían preso, ella vacio el contenido de la botella y fue hasta el mini bar de la esquina del cuarto a buscar más, por supuesto el mini bar estaba lleno, saco una botella de ron y procedió a vaciarla sobre el cuerpo atado en la cama, mojándolo completamente, luego fue otra vez a su bolso y se divirtió con la cara de terror que puso Alejandro al ver en su mano una caja de fósforos, allí fue cuando María dio rienda suelta a todo el rencor que llevaba dentro, y empezó a jugar con él, encendiendo un cerillo tras otro y acercándoselos peligrosamente, primero a una pierna, luego al pecho, a la cara, Alejandro estaba fura de si a causa del miedo y ella se empezaba a reír con toda la fuerza de sus pulmones, miraba las sabanas empapadas de alcohol y pensaba en lo bien que arderían, destapo otra botella y procedió a vaciarla sobre él, se sentó en la cama, sintiendo como aquel cuerpo se retorcía en vano queriendo escapar, tomo el revólver, deslizo el seguro empezó a poner en el tambor, una por una las seis balas para las que el arma tenia capacidad. Alejandro empezó a gritar y a pedir auxilio, María bebió otro trago de ron y soltó una macabra carcajada mientras le recordaba que nadie lo oiría.

Él estaba verdaderamente enloquecido por el miedo y ella disfrutaba cada segundo de esa tortura, pero ya era momento de ponerle fin así que saco un dos botellas del mini bar y las vacio rápidamente la cama, asegurándose de dejar bien empapadas de alcohol las sabanas, se acerco despacio a los labios de Alejandro mientras le daba su único beso en la vida y le susurraba un adiós, el beso de la muerte, ella había decidido que no moriría por el disparo sino que moriría quemado, así que se alejo un par de metros, cogió su bolso y apunto el arma al abdomen del hombre amarrado. Un estruendoso cañonazo invadió la habitación al tiempo que la cama se convertía en una enorme hoguera y los gritos del hombre sonaban aun más fuertes que el disparo.

María se quedo junto a la puerta, estática, mirando cómo se levantaban las llamas, que empezaban a extenderse al resto de la habitación, ahora estaba asustada, abrió la puerta y salió corriendo hacia las escaleras, necesitaba escapar. Con el corazón latiéndole en los oídos cruzo el bullicio del segundo piso en el que nadie parcia haberse dado cuenta de lo que pasaba, llegó hasta la portería y simulando la mejor sonrisa  que pudo para evitar levantar sospechas, el guarda le abrió la puerta sin hacer preguntas aunque la vio bastante agitada, María sintió la brisa de la madrugada y sin pensarlo empezó a correr, uno de sus tacones se partió en medio de la carrera así que ella opto por quitarse los zapatos y arrojarlos con fuerza a un lado de la vía, no volteó hacia el edificio, contrario a lo que pensaba ya no quería ver lo que había hecho, solo lo había hecho. Después de correr varias cuadras se sentó en una acera, y esperó hasta que apareciera un taxi, el único sitio seguro mientras se descubría lo ocurrido era su apartamento, por tanto dio la dirección al conductor quien la miraba por el retrovisor con una mezcla de curiosidad, sorpresa y morbo, María fijó su vista en las calles desdibujadas por la velocidad, y dentro de su bolso acariciaba el duro y frio metal del revolver con las cinco balas restantes mientras pensaba que ella también deseaba un beso antes de morir.

Y se nubla la vista maría, 
porque duele recordar 
que los besados negados maría, 
nunca mas regresarán.  

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